La Cooperación Descentralizada (CD), entendida como la irrupción de nuevos agentes en el marco de la cooperación al desarrollo, supone una de las principales novedades en este ámbito en los últimos tiempos, y su papel está aún en fase de construcción. La superación de la dualidad entre países “desarrollados” y “en desarrollo”, paro el esquema donante-receptor, asociado a esta idea dual, sigue plenamente vigente en los esquemas habituales de la cooperación vinculada a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Cuestiones comunes como la sostenibilidad ambiental, los problemas de deuda y gobernanza, la equidad de género y tantos otros, precisan enfoques integrales y radicalmente nuevos, en un tiempo en que el propio concepto de desarrollo se encuentra en cuestión. Es necesaria una revisión de la cooperación al desarrollo, que supere el concepto de transferencia e incluya una visión integradora y coherente de las políticas internacionales, y un enfoque de transformación estructural asociado. En este marco, la Cooperación Descentralizada ha mostrado algunas potencialidades que, sin desmarcarse por completo de la visión tradicional, sí ofrecen posibilidades de profundización para trabajar. Más concretamente, el caso del País Vasco resulta significativo por ser pionero en muchos aspectos en este camino, y por haber desarrollado un sistema de cooperación propio con sus aciertos y problemas, como más adelante veremos